(Humberto Maturana estudia medicina (U. De Chile) y luego biología en Inglaterra y EEUU. Reconoce como sus maestros a Gustavo Hoecker en Chile y a J. Z. Young en Inglaterra e indiscutiblemente se encuentra dentro del área de pensadores que ha influenciado G. Bateson.)
La naturaleza de la vida y de la muerte, los límites entre la ciencia y el misticismo, el riesgo del sentirnos poseedores de la verdad, la carencia de amor de nuestra cultura -que nos imposibilita aceptar el "legítimo otro"- son algunas de las reflexiones en las que nos introduce este diálogo con Humberto Maturana, un científico que se ha destacado por la creación de una teoría sobre la biología del amor, entre muchas otras trascendentes contribuciones.
Humberto Maturana Romesín es doctor en biología, investigador en neurobiología y neuroanatomía y profesor de la Facultad de Ciencias de la Universidad de Chile. Recibió el Premio Nacional de Ciencias en 1994. Es autor de gran cantidad de artículos y libros científicos; sus principales obras son: De máquinas y seres vivos (1971), Autopoiésis and cognition (1980), El árbol del conocimiento (1985, con Francisco Varela) y El sentido de lo humano (1990). Sus libros han sido traducidos a varios idiomas y le han valido reconocimiento mundial.
A pesar de respetar sinceramente las ideas y el trabajo del doctor Maturana, sus enseñanzas me resultaban difíciles de comprender. Ante la perspectiva de una entrevista, le sugerí hacerla, no desde el ángulo de un experto en su trabajo, sino intentando acercarlo a cualquiera que se interesase por conocer un poco más al hombre y al científico. Felizmente, aceptó, y éste es el resultado.
-¿Cuál ha sido la principal motivación que ha guiado su trabajo?
- Mi interés fundamental ha sido comprender a los seres vivos y entender la muerte, a la que he tenido cerca desde pequeño. Creo que vida y muerte no son separables: la una pertenece a la otra. La muerte es la pérdida de la vida, y sólo los seres vivos pueden perderla.
- ¿Ha resuelto algunas de sus inquietudes? ¿Por ejemplo, ésta de la muerte?
- Ciertamente. Apenas uno entiende a los seres vivos, entiende la naturaleza de la muerte. El tema es el vivir. Uno puede tener todo tipo de nociones o ideas explicativas del mundo de experiencias que vive. Por ejemplo, se puede tener experiencias que sugieren la conservación de la existencia después de la muerte, experiencias que de hecho algunos explican aceptando que es así, pero yo pienso que todas pueden explicarse desde la comprensión del vivir. Sin embargo, cualquiera sean nuestras explicaciones de ellas, todas las experiencias y toda explicación se desvanecen con la muerte. Cuando desarrollé la noción de "autopoiésis" como explicación del vivir y como descripción de la organización de los seres vivos, abrí un espacio de respuestas para muchas preguntas que parecían imposibles de contestar, como la pregunta por la
muerte. Así, si aceptamos que los seres vivos son sistemas autopoéticos moleculares, sabemos de inmediato que la muerte es la pérdida de la integración de la red de procesos moleculares que esa palabra indica.
- Con respecto a su trabajo, ¿le ha interesado hacer algún aporte específico?
- No. Si he hecho algún aporte al bienestar humano, pienso que ha sido resultado de ser espontáneamente impecable en la seriedad científica de lo que hago. La ciencia es un dominio de afirmaciones cognoscitivas que se validan desde un criterio operacional que llamo criterio de validación de las explicaciones científicas. Lo central de la ciencia, como cuerpo de conocimientos, es que se funda en explicaciones científicas, que consisten en: (1) describir lo que hay que hacer para tener la experiencia a explicar; (2) proponer un mecanismo generativo que daría como resultado lo que se quiere explicar; (3) explicitar enteramente las relaciones operacionales que se deberían cumplir en el ámbito del vivir que el mecanismo generativo propuesto implica si éste fuese válido y deducir otras experiencias posibles; (4) ver si esas relaciones operacionales se cumplen; si se cumplen, se acepta lo propuesto en (2) como una explicación científica válida.
Desde esta perspectiva, he sido impecable. Ahora, si uno está consciente de que lo que hace como científico es generar explicaciones científicas, también es consciente de que ninguna pregunta es superflua. No hay temas propios de la ciencia ni temas ajenos a ella.
- ¡Qué bueno escuchar eso de alguien como usted...!
- Todas las experiencias son válidas. La pregunta no es si una experiencia es válida o no, sino: ¿Puedo explicar esto científicamente o no? No hay observaciones científicas ni no científicas; hay explicaciones científicas y no científicas. Y las explicaciones no científicas son aceptadas con un criterio de validación diferente del de las científicas. Las discrepancias surgen en las explicaciones de las experiencias.
Ciencia y misticismo
- Usted se ciñe estrictamente a una descripción científica de lo que está viendo, evitando toda elucubración mística, y, sin embargo, varias personas que le han sido muy cercanas son místicas. Esto no es casual, ¿no?
- Ciencia y espiritualidad son cosas distintas, y cada una puede ser vista en su dominio de legitimidad. Todos tenemos alguna vez una experiencia de expansión de identidad en la que nos sentimos en un ámbito de existencia más amplio que el de nuestra pequeña individualidad. A esto llamamos experiencia mística. Sin embargo, cualquiera sea el sentir íntimo, ésta ocurre como cualquier otra experiencia, tal como la alegría o el
miedo. Si entiendo a los seres vivos en su constitución como tales, tengo los fundamentos para explicar cómo surge esa experiencia. Y esto es así aun cuando ésta nos conmueva y transforme profundamente.
Todas las experiencias son válidas en su ocurrir experiencias, y no pueden ser negadas a menos que uno acuse al otro de mentiroso. Sólo se puede disentir sobre las explicaciones propuestas al respecto.
- ¿Conceptualiza usted estos dos ámbitos de la existencia como compartimentos separados?
- No lo son, porque los sucesos en ellos se modulan recíprocamente. Cuando interactuamos en el espacio relacional, lo hacemos por medio de encuentros moleculares. Así que, aunque una experiencia mística cambie nuestra fisiología, no se trata de un suceder fisiológico. Lo que sí sucede es que los distintos dominios de existencia del ser vivo son conceptualmente separables, porque ocurren como espacios operacionales de dimensiones diferentes.
Una experiencia mística nos cambia la fisiología, las hormonas, el tono muscular. Pero reconocer eso no implica hacer una reducción fenoménica: tendemos a no recordar o no ver que la experiencia mística nos sucede en el flujo de nuestro vivir relacionar. Yo insisto en esto porque muchas personas, científicos y filósofos hablan como si creyeran, por ejemplo, que lo que nos ocurre en la fisiología de las hormonas del amor constituyese el amar. Y entonces generan confusión y engaño, porque hablan como si mencionar la palabra hormona le diese validez científica a lo que afirman. Sin duda, las moléculas participan en todo lo que nos sucede, porque nos constituyen como seres vivos. Por ejemplo, ahora, conversamos...; el tono, la intensidad, la emoción que se va produciendo en este proceso, la modificación de una serie de índices del ámbito de la fisiología muestran que ésta está comprometida, aunque la conversación no es estos cambios fisiológicos, sino lo que sucede en el flujo de nuestra relación.
- Me pregunto por qué usted no discute ese ámbito en sus escritos. Si no es impertinente la pregunta, ¿cómo lo integra usted, en el plano personal?
- No lo es, de ninguna manera. Me he interesado por lo espiritual, por lo místico, y también he hurgado en la experiencia. Como biólogo, nada de lo que pasa con los seres vivos debería serme ajeno. Por ejemplo, Santa Bernardita ve a la Virgen...; si una roca la aplasta, todo termina, porque ella sólo puede tener su visión si está viva.
Me he interesado por la experiencia mística, he leído, he tenido experiencias; pero... no hablo de eso porque aunque eso haya enriquecido mi vivir, no deseo que lo que pienso al respecto tenga presencia fuera del espacio de su explicación biológica. Se ha generado mucho dolor en la humanidad haciendo públicas experiencias privadas con el intento de darles validez universal.
- Así lo entiende usted...
- Sí. Supongamos que tengo un encuentro transformador con un ser divino, y que la persona a quien se lo cuento no me cree. ¿Qué sucede si trato de que acepte mi experiencia tal como la presento? Lo más probable es que intente convencerla, y que en ese proceso, transforme mi relato en una exigencia: "Si no ve la verdad de lo que digo, tengo la obligación moral de hacérsela ver a cualquier costo".
La peligrosa "posesión de la verdad"
Ha participado en varios grupos espirituales, y pareciera que parte de las cosas que ocurren en ese ámbito se afirman a la idea: " Ya que tenemos la verdad, vamos a convencer a todo el mundo de esto". Pero no sé si es sólo una etapa o algo inevitable...
- No es una etapa del crecimiento, es un fenómeno cultural. Vivimos en una cultura centrada en la posesión o la búsqueda de la "verdad". El argumento es: "Yo sé la verdad, ¿cómo dejar a los demás en la ignorancia?" . Esa actitud lleva a hacer proselitismo, a buscar a quienes convencer. Enseñar siempre bordea la exigencia. Si muestro lo que a mí me pasa y me preocupo de lo que le sucede al otro dejándolo libre para que actúe desde sí, no llego a la exigencia.
La cultura de la verdad me lleva a exigir, y con ello a negar al otro la posibilidad de actuar desde sí haciéndose cargo responsablemente de lo que surge desde su entendimiento. Las experiencias privadas que se viven como trascendentes hechas públicas casi siempre se transforman en exigencias de sometimiento del otro. La intensidad de la experiencia trascendente hace al que la tiene dueño de la verdad, y éste ya no puede simplemente mostrar algo, sino que niega al que difiere. Explicar es diferente: uno propone ante otros el proceso que uno piensa que da como resultado aquello que se quiere explicar, y lo hace presentando los fundamentos que tiene para sostener esa idea. Entonces, ellos miran y reflexionan al respecto: esto no genera presión ni exigencia. Ahora, si yo, científico, filósofo o lo que fuere, me dedico a defender lo que sostengo como una verdad, inevitablemente me transformo en un fanático. 0, tal vez, intentando presentar mi "verdad" como una buena nueva que enriqueció mi vida, me dedico a predicarla como la verdad en sí. Eso es siempre un riesgo del que hay que cuidarse si se es serio y responsable con lo que se dice y hace.
Observando esto del fanatismo, yo lo he conceptualizado como una etapa de inmadurez dentro del trabajo espiritual -por la cual, obviamente, yo también pasé-. Y pareciera que al madurar un poco más, se deja atrás esa etapa.
Considero que el fanatismo no guarda relación con eso, sino que es un fenómeno propio de una cultura patriarcal centrada en relaciones de autoridad y obediencia. Y creo que la salida de la fanatización ocurre en un proceso de ampliación de conciencia, que implica un cambio total de visión, que lo saca a uno de la cultura autoritaria en que vive y que lleva a una nueva identidad cultural, que es el abandono de la creencia de que se posee o se puede poseer la verdad, y, como tal, es un acto de ampliación reflexiva.
Amor, solidaridad y compasión
- Ya en el terreno de sus habilidades de pitoniso..., ¿qué posibilidad ve usted de que la cultura de colaboración prevalezca sobre la de la competencia? Porque muchos pensamos, con la caída de las Torres Gemelas, que algo se iniciaría... Sin duda algo pasó, pero no sé si en la dirección correcta...
- Sí. Con la reacción ante el derrumbe de las Torres Gemelas de Nueva York vienen a la mente tres palabras que no significan lo mismo, no son sinónimos: amor, solidaridad y compasión. En el budismo se habla de compasión, en nuestra cultura patriarcal/matriarcal se habla de la solidaridad, en la democracia se habla de amar. ¿Qué revela este uso de distintas palabras para un suceso conmovedor como el derrumbe de las Torres Gemelas? Usamos la expresión compasión cuando pensamos que otro necesita nuestra ayuda, conscientes de que estamos de alguna manera en una posición superior. En la compasión, estoy consciente de que me hallo en una posición de alguna manera superior al compadecido. Cuando Siddharta logra la iluminación y se convierte en Buda, dice que lo que ha logrado no se puede enseñar. Sus seguidores le dicen a su vez: "Maestro, enseña por compasión hacia aquellos que con una pequeña ayuda pueden lograr la liberación". Y el Buda enseña.
La solidaridad es una expresión que se usa para abrir un espacio de visión del otro en una cultura donde el otro no es visible porque no hay amor. La cultura patriarcal/matriarcal es esa clase de cultura donde no hay amor, y por ello hay que usar otras expresiones, o usar la palabra amor con adjetivos que harían lo que se quiere decir más accesible a la comprensión. El amar implica la legitimidad del otro en la plena igualdad, y existe como tal sin adjetivos sólo en una cultura o en un intento cultural que se funda en la continua realización de esa igualdad. La democracia es ese intento cultural.
La democracia es un convivir cultural en el cual todos surgimos iguales como resultado de una convivencia fundada en la biología del amar viviendo en la autonomía individual del mutuo respeto y la colaboración que sólo esa autonomía individual en el mutuo respeto hace posible en un proyecto común. Nuestro verdadero
problema es que somos parte de una historia patriarcal/matriarcal autoritaria competitiva y tiránica en la cual las mujeres se han visto también envueltas como participantes involuntarias en el esfuerzo de salvar las vidas de sus hijos ante el autoritarismo tiránico de los patriarcas. La cultura patriarcal reacciona ante lo de Nueva York con lo que llaman "solidaridad" con las víctimas, al mismo tiempo que clama por venganza..., en lugar de preguntarse por qué esas personas llegaron al grado de resentimiento necesario como para cometer un acto así. Esa tragedia traía consigo la tremenda oportunidad -si se hubiese actuado con sabiduría y entendimiento- de resolver de una vez parte de ese resentimiento mediante la inmediata creación de un Estado Palestino.... pero no fue lo que se hizo.
La democracia está fundada en el intento de generar una convivencia en la colaboración en un proyecto común basado en la aceptación irrestricta de la legitimidad del otro aun en la discrepancia. El fundamento de la vida democrática es la conciencia ética, la preocupación por no generar un quehacer que tenga consecuencias negativas sobre otros seres humanos. En tanto queremos generar las acciones que constituyen una convivencia democrática y no sólo hablar de ello, estamos en el camino de realizar un convivir basado en la colaboración que surge de la biología del amar. Sin duda, si hablo de la democracia como un convivir, fundado en la biología del amar, la gente en general no me escucha porque tiene muchos prejuicios sobre el amar como algo alejado de la potencia de la acción, porque éste no existe en la cultura patriarcal/matriarcal. Pero como yo sé que la biología del amar es el fundamento de la conducta ética, insisto en que sólo desde el mutuo respeto y el respeto por sí mismo es posible la colaboración en el proyecto común que es la convivencia democrática como un convivir en el que podemos corregir nuestros errores, porque es legítimo equivocarse.
Hay dos derechos humanos fundamentales que yo agregué a la Declaración de los Derechos Humanos, y que están implícitos en la biología del amar, y que casi por sí solos hacen la convivencia democrática: el primero es el derecho a equivocarse y el segundo, el derecho a cambiar de opinión. Y hay otro derecho que agregaron mis alumnos, y que también es fundamental para la convivencia democrática: el derecho a irse. Este derecho es el más difícil de cumplir, ¡porque ya no hay adónde irse! (risas).
El legítimo otro
- Me pareció muy profundo su artículo "Respuesta a la crítica de Berman de El Árbol del Conocimiento" (*) y especialmente destacabas las nociones de que uno puede ser Pinochet pero que elige no serlo, la posibilidad que todos tenemos de vivenciar exactamente las mismas cosas, y la de la aceptación del "legítimo otro".
- Ese artículo estaba dirigido específicamente a lo que Berman dice, asignándole a la biología una responsabilidad y un carácter que no tiene. Una de las cosas que ese artículo debería evocar es que las cosas que ocurren en el espacio en que el organismo se relaciona como totalidad tienen un carácter distinto de las que ocurren en los procesos moleculares que lo constituyen. La fisiología simplemente ocurre: no hay nada ni bueno ni malo. Es en la reflexión de un observador donde surgen lo bueno y lo malo, lo deseable y lo indeseable, como comentarios que él o ella hace acerca del organismo que observa.
Es porque nosotros, los seres humanos, existimos en el lenguajear que podemos reflexionar sobre lo que vemos y hacemos. Los caminos relacionales que vivimos no tienen sentido o significado propio: se lo damos nosotros según nuestros deseos, preferencias o elecciones. Lo que yo vivo surge de lo que yo quiero vivir, y eso puede ser distinto de lo que quiere otro. Desde allí puedo escoger abrirme a una perspectiva que me permite ver desde dónde podría ser yo "Pinochet" y ver si quiero o no ser así. Y hablo de ser "Pinochet" sólo porque pertenece a nuestra historia reciente en Chile, y todos sabemos qué evoca en cada uno de nosotros ese nombre.
Cualquier ser humano puede ser todo lo que otro ser humano puede ser, y lo será o no en un acto de elección reflexiva si se da cuenta de que puede ser todo -desde lo más admirable hasta lo más execrable- porque siempre actuará desde sus preferencias, deseos o elecciones. Sólo desde esa conciencia puedo ser responsable de lo que hago, y ser consciente de que yo hago la historia, que no soy arrastrado por ella.
Considero que Berman se equivoca biológica y filosóficamente cuando afirma que Pinochet es una aberración biológica (o algo así) y que Allende es la mejor expresión de la ética biológica, más allá de mis preferencias. En ese artículo muestro que la preocupación ética pertenece al dominio reflexivo humano y al acto de actuar consciente de que se quiere o no se quiere las consecuencias de lo que uno hace sobre otros seres vivos. La reflexión ética surge cuando a una persona le importan las posibles consecuencias negativas de sus actos o pensamientos sobre otros seres y no quiere generarlas. En la conducta ética siempre hay una elección reflexiva.
Matriz de transformación
El Instituto de Formación Matríztica, creado en octubre de 2000 por Humberto Maturana y la orientadora familiar Ximena Dávila, tiene el objetivo de entregar formación en biología del conocer y biología del amar.
La idea de su creación surgió cuando, durante su práctica profesional, Ximena, alumna de Maturana en varias instancias, hizo algunas observaciones fundamentales, a juicio del científico: "la primera es que las personas piden ayuda psicológica porque les duele la vida; la segunda es que ese dolor es de origen cultural y la tercera es que la ayuda efectiva pasa por la práctica conversacional que entrelaza las dinámicas de la biología del conocer y la biología del amar".
Así, conversando sobre lo que ocurría en su práctica profesional y las condiciones relacionales más adecuadas para ella, así como el hecho de que el doctor Maturana no quería dictar más charlas aisladas y partes de cursos de otros, surgió la idea del Instituto: " El nombre 'Matriz biológica de la existencia humana' surgió también en nuestras conversaciones y se refiere a las condiciones de origen, constitución, realización y conservación de lo humano. Aquí usamos la palabra matriz en su doble significado: útero y trama relacional".
En la actualidad, el Instituto dicta cursos de formación en la matriz biológica de la existencia humana. Estos incluyen, además de las actividades de Humberto Maturana y Ximena Dávila en la formación en biología del conocer y biología del amar, una parte fundamental relacionada con el llamado "flujo de la energía corporal" como una actividad que unifica psiquis y corporalidad, a cargo de la especialista Beatriz Genzsch.
Respecto de las materias estudiadas en los cursos, Maturana señala: "Hablamos de lo humano, de nosotros, de ellos. El tema es la vida biológica, psíquica y cultural de los alumnos que lo toman. Por eso, su temática va desde el origen de lo humano en la familia y el lenguaje en la biología del amar hace más de tres millones de años hasta nuestro presente cultural".
El Instituto de Formación Matríztica es, entonces, una invitación a participar en una ampliación del conocimiento y el entendimiento de lo humano, que entrega libertad reflexiva y autonomía de acción en todos los ámbitos del vivir. "No se ofrece una panacea ni recomendaciones o técnicas conductuales - agrega Maturana-, sino elementos de autonomía reflexiva de acción. Queremos contribuir a la autonomía intelectual, creativa y ética de quienes estudien aquí. Yo no he dejado de ser científico: solo he cambiado de espacio de trabajo. Ahora puedo decir, con más propiedad, que la vida cotidiana es mi espacio de observación y reflexión en el ámbito de la matriz biológica de la existencia humana.
(Entrevista compartida por el Instituto de Formación Matríztica con el profesor Jaime García)